miércoles, 3 de agosto de 2011

"El Hambre" (parodia por mí)


             Cuando recobró el sentido, se había ocultado la luna y la oscuridad reinaba en el lugar. Había acallado el viento y unos aullidos se oían a lo lejos. Lentamente se recompuso, el hambre lo mataba y la penumbra lo confundía, no sabía adónde estaba… Instintivamente comenzó a palpar las hojas rugosas, su mano recorrió violentamente la suave madera hasta hallar a una perilla, encendió la luz, se había quedado dormido.
            La biblioteca era sombría y extensa, solo la luz que recientemente había encendido iluminaba el salón, por lo que la penumbra seguía abundando.
            Lo que podía vislumbrar eran los libros de Literatura apilados en el escritorio, y uno particularmente abierto. Recordó rápidamente lo que había estado haciendo; el examen era al día siguiente y aún no había leído ese libro, pero quiso antes dar un vistazo  a los otros  temas, y mientras leía, había desfallecido rendido sobre las páginas.
            Alguien se movió cerca, muy cerca. Impactado, se  quedó rígido, pero se tranquilizó al ver que era la bibliotecaria preocupada por él. La mujer le  dijo que había estado   hablando entre sueños, murmurando palabras de odio frenéticamente, delirando cosas extrañas. Pero él ya no recordaba qué era lo que había soñado, aunque presentía que  algo lo estaba volviendo loco. Pidió disculpas a la bibliotecaria y se despidió. Miró su reloj, eran las 12 de la noche, el examen no era mañana, era hoy. Y ya rendido caminó por las desiertas calles, algo lo seguía atormentando y le nublaba la mirada, y con un aroma supo qué era: tenía hambre. Apuró la marcha y al llegar a su casa asaltó la heladera, comió como nunca antes había comido, ya que se había salteado almuerzo y cena por estudiar. Una vez satisfecho, decidió leer la teoría que debía estudiar, pero una vez más el sueño cayó sobre sus hombros. Sus dientes se hincaron sobre algo tierno, sólo pensaba en saciarse, no sabía el horror que estaba cometiendo… Entonces fuertemente gritó. El sol había salido y la hora del examen se aproximaba. Durante la noche había transpirado mucho, así que no lo dudó un segundo y fue a asearse. Miró su rostro en el espejo y se encontró con que se había mordido los labios durmiendo y éstos le sangraban. Sin embargo, lejos de disgustarse, disfrutaba su sabor.
            No bien estuvo listo, partió. El día estaba radiante, pero él se sentía desfallecer. El libro que no había leído rondaba en su mente. Caminó hasta la parada del colectivo, tomó el 98 y luego el tren; pero no había otra cosa que le preocupara más que ese libro. Su mente y su alma estaban consumidas por el libro, no sabía por qué, siempre había sido una persona que no se preocupaba antes de un examen, lo que no había estudiado nunca le había importado, miraba hacia el futuro siempre. Por eso, esta vez había algo extraño y lo sentía en él.
            Llegó a la Universidad y se sentó sin saludar a nadie, el examen ya estaba próximo. Entonces el profesor entró y automáticamente comenzó a repartir las hojas. Las tomó y se abocó a leer las preguntas. En la primera consigna,  leyó el título que lo atormentaba: ‘El hambre’. Pero algo sin explicación le estaba sucediendo: conocía las respuestas a todas las preguntas…


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